Nota realizada por Silvina Macri

MARTINA ANSARDI: es oriunda de Tucumán, y se egresó como Directora de Teatro en la EMAD el año pasado (2023), convirtiéndose en la primera persona trans en obtener un título en esa institución. Además, se formó en la carrera de Danza Contemporánea de la Universidad Nacional de Tucumán como coreógrafa, y ejerce como tal y también como actriz hace 20 años. Sus participaciones más destacadas son, como actriz en Siglo de Oro Trans, obra que brilló en 2021 en la sala Martín Coronado del teatro San Martín, y también formó parte como bailarina de elencos dirigidos por Reina Reech y Maximiliano Guerra, entre otros grandes directores que la forjaron. Dirige teatro hace 5 años, y este año conformó, junto a su socio Eloy Rossen, su propia productora de espectáculos llamada Sintonía Producciones. Además, es activista por los derechos de las personas trans en Argentina y la región. Directora de «Experiencia La Tempestad: cuerpos por tierra».

Estuvimos Hablando con Ella…

E.A.: Cómo fue tu acercamiento a Shakespeare, e ir al rescate de su obra, y darle un tinte propio, de nuestro país?

M.A.: Bueno, para mí Shakespeare siempre fue una materia en sí misma en términos de dirección teatral y también en términos de actuación. En Buenos Aires, en Argentina, se valora mucho a quienes pueden manejar tanto una actuación Shakespeareana como una dirección de una obra de Shakespeare. Entonces, como directora me parecía un desafío que tenía que tener en mi currículum. Y eso me planteé en el último año de la carrera, que fue el año pasado que me recibí de directora en la EMAD, porque quería irme también con un backup importante de esa experiencia de gestionar una obra grande, compleja y que me permita también tener un Shakespeare en mi currículum en la escena me la asignaron, para poder analizarla, en una materia que era análisis de texto dramático y espectacular que lo dictaba Ana Seoane. En los textos que nos dio para analizar estas obras de Shakespeare, la verdad que me fascinó que esta sea la última gran obra de Shakespeare que él está prácticamente hablando de él mismo, es una obra en la que él un poco recorre su vida como dramaturgo y también creo que esto narra un poco la historia de lo que él siente al meterse en la piel de este Próspero que mueve magia por todos lados para poder recuperar aquello que le arrebataron y también… siento mucha empatía con esa historia, ¿no? Una historia de lucha, como la  mía, como la de toda mujer trans que ha atravesado tantas dificultades para poder recuperar los derechos que nos arrebataron. Entonces también me sentí muy identificada y también obviamente me llamó mucho la atención que en todas las puestas en escena que vi de La Tempestad el personaje Ariel era un personaje sin género. Me llamó la atención cómo Shakespeare pudo pensar un personaje sin género, tal vez sin intención, tal vez con intención, pero que aparecía ya en esa época. No me resulta nada extraño que un autor que estaba muy cerca del pueblo, cerca de la clase baja del Reino Unido, tenga esa noción de que pueden existir otras personas que no sean del género binario. Así que todo eso hizo que yo pueda inclinarme a esta obra. El tinte propio que le doy es ubicarla en un prostíbulo en el sur de la Argentina en los años 90, que me parece un momento importante de la Argentina donde muchas tierras quedan en manos de extranjeros. Y por eso es que creo que atravesar la obra con este relato de tierras que se apropian y que se luchan para recuperar me parece fundamental, sobre todo en este contexto en el que vuelve a pasar lo mismo con un gobierno que es absolutamente entreguista. No es algo que está explícito en la obra, pero sí es algo que sobrevuela toda la puesta en escena.

E.A.: Cómo fue el camino creativo de tu puesta en escena?

M.A.: En primer lugar, yo había intentado pensar en cómo sería hoy, cómo se leería a un padre que utiliza a su hija para recuperar tierras, sexualmente por supuesto, porque es lo que hace Próspero en el original, que es vender de alguna manera u ofrecer como sacrificio a su hija para que enamore al príncipe y de esta manera el rey no tenga otra opción más que entregarle de nuevo el ducado a Próspero por obligación, porque el príncipe se comprometió con la hija de próspero. Y eso en el día de hoy se leería como un acto de proxenetismo, como algo realmente repudiable. Entonces empecé a pensar en eso, cómo centrar la obra en un acto de vender sexo. Ahí apareció esta cuestión del prostíbulo, pero también yo no soy para nada abolicionista. Creo que el trabajo sexual es un trabajo que existe y que si existe hay que dar cuenta de esa existencia. Es discutible los términos en los que se le puede dar existencia eso sí, pero creo que el estado tiene que reconocer ese trabajo que existe y ese intercambio monetario que además precariza a muchas mujeres y las somete a lugares muy difíciles de violencia. Entonces creo que era interesante poder correrme del lugar de abolicionista, de decir ¡no un hombre está proxeneteando a una mujer para obtener rédito económico! y por eso es que cambio el género de próspero a Felicia que es distinto que una madre que además es la dueña de un lugar y que además la hija ya es mayor de edad, porque en este caso Miranda no es adolescente, es una mujer que también es parte del trabajo sexual de ese club, y Ariel que también se convierte en una trabajadora sexual, me parece que ahí se corre un poco la mirada abolicionista y se muestra más bien un grupo, una cofradía femenina, una cofradía matriarcal, que se ponen de acuerdo entre ellas para poder embaucar a estos hombres que son los cuatro hombres de la corte que vienen a invadir ese mundo, atraídos por la magia de Felicia, que es la que reemplaza a Próspero del Original. Atraídos por esa magia para poder ejecutar esta venganza y recuperar las tierras.  magia que por momentos aparece como magia, pero también aparece mucho como estupefacientes que les brindan dentro del club para que los hombres se vuelvan locos y vean cosas que no están, que no existe. Me pareció divertido poder hacer ese cruce de magia/droga que también pasa mucho en los clubes de trabajo sexual.  La obra se convierte en esto, en un espacio matriarcal que es invadido por el patriarcado y que termina de alguna manera venciendo, pero no ejecutando la venganza sino pidiéndole al público, como lo hace Prospero en el original, que aplaudan para que se selle el pacto de paz, que es lo que busca en sí el feminismo también, un pacto de paz que no es en contra de los hombres, sino es a favor de toda la humanidad. Y ese es el fin de la obra también. finaliza con un pacto de paz entre el público y los actores, a no ser que el público no aplauda y ahí se pudre todo.

E.A.:  Qué es el teatro para vos?

M.A.: Bueno, el teatro para mí es mi oxígeno. El arte escénico en general, porque yo también soy coreógrafa y soy bailarina y soy actriz, entonces el escenario para mí es oxígeno, es lo que me hace vivir. Tener la posibilidad de crear y recrear mundos, de representar la verdad, la vida de otra manera, poder salirme por un momento de la realidad y observarla desde afuera, entre comillas, como directora, y desde adentro como actriz también, es eso, es la posibilidad de hacer un stop en la vida real y apartarme de esa vida para poder mirarla con otros ojos y desde otras perspectivas. Obviamente es una herramienta política, es una herramienta de cultura, entendiendo la cultura no solamente como el arte, sino también una herramienta de cultura, de transmisión de historia, de transmisión de vivencias, de convivencia. La convivencia dentro del dispositivo teatral, tal como lo concibe Dubati, el convivio entre el espectador y el actor, es fundamental, y hoy en estas épocas tan duras y difíciles en las que nos proponen aislarnos del otro, de la otra, del otre, estar a distancia y no convivir, sino confrontar con quien tengo al lado, cualquier ser humano, me parece muy importante sostener este ritual teatral en el que todos hacemos un pacto de convivencia y unos se sientan a escuchar o a ver las verdades o las representaciones de las verdades que hacen otros con el pacto: «yo te voy a creer todo lo que me propongas y me voy a ir con la historia que vos me quieras contar, esté de acuerdo o no, pero escucharte, escuchar qué es lo que vos tenés para decir, para mostrarme, para hacer, el tiempo que vos quieres que yo esté sentado acá, me voy a quedar y te voy a escuchar»  Eso me parece fundamental, una herramienta política súper potente en un mundo en el que la atención dura tres segundos que es el promedio de tiempo que se queda un adolescente viendo un vídeo, un vídeo de tiktok. Para mí es un ritual sagrado que además es una herramienta de lucha, de combatir todo lo que hoy se está deshumanizando y un retorno al amor, un retorno a la tolerancia, a la posibilidad de encontrarnos físicamente en un espacio y de hacer pactos de cariño, de afecto, de cuidado para seguir construyendo sociedades mejores.

Experiencia La Tempestad: cuerpos por tierra

Funciones: Jueves a las 21 h.

Teatro Gargantúa, Av. Jorge Newbery 3563, CABA.

Duración: 2 h. 15’

Venta de entradas: https://publico.alternativateatral.com/entradas89139-experiencia-la-tempestad-o-cuerpos-por-tierra?o=14