Nota realizada por Silvina Macri
Anabella Ablanedo, nació en Buenos Aires. Es Licenciada en Musicoterapia y se especializó en motricidad y biomecánica. Se ha formado y establecido profesionalmente en el campo del baile flamenco desde la docencia, la composición coreográfica, la dirección escénica y como bailarina.
Además de haberse formado a temprana edad en danzas españolas, danza clásica y folclore argentino, tuvo un extenso recorrido con maestrxs de flamenco como: Claudia Bauthian, Mariemma, Alejandro Granados, Alfonso Losa, Yolanda Heredia, La China, Manuel Liñán, Belén Maya, Concha Jareño, Pastora Galván, Marco Flores, Fuensanta La Moneta, Rafaela Carrasco, María Moreno, Soraya Clavijo y Jesús Fernández, entre otros.
En el 2016 viajó a la Bienal de Sevilla, donde se nutrió de muchos artistas del género -Manuel Betanzos, Rafael Estévez, Jesús Carmona o Adela Campallo. En Madrid estudió en la legendaria escuela Amor de Dios y participó en el FEW (Flamenco Esencial Workshop), un taller sobre vestuario escénico flamenco dictado por la diseñadora Yaiza Pinillos para la puesta en escena y diseño de vestuario de la bailaora Olga Pericet. En 2018 regresó a España, esta vez al Festival de Jerez.
Entre 2017 y 2019 integró la Compañía Prisma Flamenco, participando en los espectáculos Prisma Flamenco con dirección y coreografía de Manuel Liñán, (Caras y Caretas) y Visto Bueno coreografiado por Manuel Liñán, Jesús Carmona y José Maldonado (ND Ateneo).
Actualmente, mientras presenta «Nereides», ensaya como coreógrafa de la bailarina contemporánea Clara Abad la obra ¨La Fuerza¨, que será presentada este año en Barcelona.
Ha montado 5 espectáculos como directora, coreógrafa y bailarina: «Soleá» (2009), «Algazara» (2013), «Impuro» (2014), «Muy Orondas» (2015), «Trenzado» (2020) y «Ya verás», una experiencia inmersiva a ciegas (2022).
Hablamos con Ella…
E.A.: Cuál fue el disparador para el inicio, del proceso creativo, de NEREIDES?
A. A.: Nereides nace por mi necesidad de salir de la sala de ensayo luego de la pandemia. En ese tiempo pude acceder a clases on line con maestros en España y tenía el hábito de estudiar todos los días en mi sala. Por otro lado, estaba atravesando un proceso personal muy profundo, solitario y de transformación en cuanto a mi salud física y emocional. Mi momento de mayor claridad era frente al espejo estudiando.
Empecé a experimentar un fuerte deseo de darle forma a algunas ideas coreográficas junto a mis dos compañeras con las que armé un grupo de estudio. Esos procesos en paralelo evolucionaban junto a mi proceso personal y supe que era momento de construir un relato corporal que me permitiera expresar emociones que no son representativas del baile flamenco. Sin embargo, mi anclaje corporal sí es el flamenco. Entonces empezaron a surgir nuevas maneras de bailar el flamenco como recurso y no como tradicionalmente “debía” ser bailado.
A partir de una obra de videodanza que había dirigido y bailado, surgió un recuerdo en el que estaba presente “la fuente de Lola Mora” y empecé a investigar, llevándome la sorpresa de encontrar muy poca información, pero muy contundente respecto de Lola Mora. Su obra, a pesar de los obstáculos sociales y culturales de la época, había trascendido en otros lugares del mundo, pero no había sido suficientemente valorada en Argentina. Una mujer con una historia cautivante, una artista maravillosa pero silenciada, y aún ahora, no hallaba información suficiente.
Durante la etapa de investigación empecé a fantasear con la idea de poder recrear a través de la danza, referencias, cualidades y nuevos matices presentes en la escultura a partir de sus innovaciones. Se me fueron armando escenarios no narrativos sino climáticos, descriptivos, inspiracionales. Como ensoñaciones que me permitían explorar las emociones que atraviesa cualquier mujer en semejanza a una artista que debió persistir. Cómo alimentaría su fortaleza, cómo se reencontraría con su deseo frente a las dificultades que debía afrontar.
Se me fue revelando la Fuente de las Nereidas como un símbolo. Un espejo de agua en el que la mirada subjetiva del espectador pudiera darle sentido a una imagen. Tal como el grupo escultórico formaba un todo indivisible, pero con la materialidad del agua, que desde mi perspectiva, representaba al otro. Esa clave fue para mí un desafío como directora, para implementar en la danza escenas que pudieran ser significadas con múltiples sentidos a partir de la lectura de quién las vería.
Fue fundamental la incorporación de Roxana Randón en la dirección interpretativa, revelándonos otras herramientas expresivas que no son propias de la danza. El teatro es un universo que yo había experimentado como coreógrafa y entrenadora corporal de actores, y me hacía mucha ilusión vivenciarlo desde mi lugar de bailarina. Que en la danza pudiésemos tener presentes distintos yoes, el yo mismo, el personaje con la emoción de la persona que lo representa y la inspiración de Lola Mora, su vida y obra.
Me pareció necesario integrar otro recurso que me fascina que es el folklore argentino, muchas veces trabajé como coreógrafa de bailarines de folklore trazando pinceladas desde el baile flamenco y atendiendo a la raíz folclórica. Tuve el lujo de tener como coreógrafa invitada a Candelaria Torres que tuvo el desafío de integrar elementos del folklore al lenguaje del flamenco haciendo referencia no sólo a nuestro propio origen sino también al origen de Lola Mora, la infancia, lo lúdico, lo inocente.
Y a partir de estos nuevos recursos surgió un cuadro inspirado en la mirada del otro respecto de la mujer de una época, cómo la cultura y los prejuicios, pueden configurar una manera consensuada y válida para las formas y el movimiento.
La fuente de Las Nereidas expone de una manera particular a mujeres que sostienen unas valvas que habilitan el nacimiento de Venus, símbolo de lo femenino, lo sutil, lo emergente, lo pujante. La fuerza de la imagen de la unión de las mujeres, me resultó de una vigencia abrumadora y me fue imperiosa la necesidad de reivindicar el esfuerzo y la fe de las mujeres en sus propias capacidades. Esas cualidades de liviandad, sensualidad, fraternidad, sostén, me fascinaron como punto de partida para la investigación a través del cuerpo y la música. Toda la música fue creada para esta obra desde el lenguaje musical del flamenco pero desde la funcionalidad que requiere el relato desde lo sonoro y lo corporal.
Rompiendo así con la estructura convencional de los palos del flamenco, usando el recurso musical de una manera novedosa, con otras texturas y la incorporación de otros instrumentos que no son propios del universo flamenco.
El proceso de creación y grabación en el estudio tomó un año junto a los dos compositores, Rodrigo González, puntualmente sobre los recursos musicales del flamenco y junto a Martín Morales creamos el diseño sonoro y los climas de cada cuadro, y grabó la mayoría de los instrumentos.
Luego creamos piezas visuales con una cineasta que compuso escenas en tríptico con paisajes y planos detalle del grupo escultórico bajo la exploración del todo y las partes. Destaco que la Fuente de las Nereidas es la única obra de Lola Mora que, como grupo escultórico, se encuentra completo. Este concepto atravesó toda la búsqueda, sobre lo indivisible y lo fragmentado. También utilizamos imágenes de los paisajes naturales del territorio donde ella creció, la inmensidad de las montañas como inspiración de las escalas aumentativas en la escultura, e imágenes nocturnas, actuales del cielo estrellado, con el planeta Venus como metáfora de aquello por lo que todos estamos atravesados a nivel inconsciente. La simbología que representa Venus que arraiga las nociones fundamentales acerca del pudor y lo prohibido, lo que debe verse de los cuerpos y lo que debiera permanecer en la oscuridad.
El diseño de iluminación también atiende este parámetro desde lo que ocurre, en penumbras, o en sombras, o en la oscuridad. Lo que debiera ser iluminado para ser visto, los planos de exposición, los frentes, los diversos puntos de vista. Raúl Marego es el diseñador de luces y también del vestuario. Enfatizamos los conceptos que propone la obra, dándole forma a un vestuario representativo del cuerpo vestido y tapado del flamenco con hibridaciones con la época de Lola Mora en Argentina, Italia y elementos de los atuendos de las figuras escultóricas, la desnudez y la transparencia, la exposición de la piel, las telas como continuación de las pieles y reminiscencias de los atuendos simbólicos del folklore norteño argentino.
E.A.: Cómo fue conjugar tu yo directora con tu yo intérprete?
A.A.: Fue un gran desafío, en esta obra la visibilidad se explora conceptual y corporalmente, y en ese sentido el equipo técnico y creativo, y el público, son mis ojos. Es la confianza en el compromiso del equipo y en la sensibilidad de cada uno, lo que hace que ocurra el hecho artístico en conexión con una idea. Yo dirigí dos años de trabajo, de composición y montaje coreográfico, imaginándome cómo se iba a dar la confluencia con las luces, el vestuario, la música, el espacio, las piezas visuales, la coreografía. Pero realmente estoy adentro, nunca veo desde afuera la obra. Hay capas que van sustentando el desarrollo de la obra, y la última capa es mi subjetividad. Hay un montón de guiños en relación a mi propia vida, a mi camino artístico y a mis búsquedas. Sin embargo, me alucina la posibilidad de otras corporalidades proponiendo otra interpretación. Y hay también mucho espacio para la improvisación de cada bailarina, anclado en la interpretación. Es mágico compartir cómo va creciendo la obra a partir del aporte de cada una en el encuentro. En este proyecto trabajamos desde la horizontalidad, en una construcción hacia adentro, y en la formación de este grupo indivisible donde el espectador puede tener mil interpretaciones y poner el foco donde quiera, sin embargo, ese recorte es parte de un todo que lo contiene. Nosotras como grupo somos las que alimentamos la intensidad, la fuerza, la delicadeza, el monto dramático o ligero en cada función. y es lo que más me enorgullece como directora. Mi soporte en el afuera es mi productora Nadia Rabotnikof principalmente, y todo el equipo creativo, en quienes confío. Elegí personalmente artistas que admiro y que respeto y a quienes me gusta escuchar para aprender, y ellos son la fuente de recursos para darle expansión a cada idea que propuse.
E.A.: Tuviste que desafiar prejuicios, en el desandar de tu camino artístico?
A.A.: Lola respondía a los prejuicios con una frase valiosísima ¨Cada uno ve en una obra lo que de antemano, está en su espíritu¨. Me parece que el lugar del espectador es clave, no hay adivinanza que resolver, no hay un sentido único, sino que la interpretación es lo que completa y hace sentido desde la percepción y la apertura de cada quién. En ese sentido yo misma, y mis compañeras, atravesamos prejuicios alimentados por el afuera y más bien desde el lugar del bien hacer, cómo hacer, cómo bailar, cómo debe presentarse una bailarina, cómo debe ser su cuerpo, cómo debe ser interpretado el flamenco. Pero también sostenidos por mí, y fue jugar primero a explorar esos preconceptos y romperlos, rearmarlos, y salir a mostrarlos. Salir a la puesta en escena fue la instancia de mayor exposición. También el flamenco es mi lugar de seguridad, de saber, de referencia en mi ambiente, y el flamenco ES hacia adentro, y tiene sus códigos internos en relación a la música y la relación con el cante y la guitarra. Nereides propone una diferencia con un sustento, cuando hay cante no bailamos, cuando hay baile hay melodías de cantes pero no hay voz humana, cuando deberíamos zapatear no lo hacemos y encontramos nuevas formas de bailar sobre las estructuras. Y esta música es música original para la obra, y es grabada. Todo lo que hay en escena son tres bailarinas que somos con la música, no es la experiencia convencional del flamenco con músicos en vivo, no hay escenografía, no hay vestuario con la estética del flamenco tradicional. Tuvimos que trabajar mucho con Roxana Randón en la interpretación, en la proyección hacia el afuera, la exposición del cuerpo, la representación de la desnudez, la relación escénica entre bailarinas. A mí, con los años, me gusta cada vez más la honestidad escénica, la vulnerabilidad, los espacios inestables, lo espontáneo, pero el espacio del cuerpo de la bailarina profesional es el prejuicio que más profundizamos. Ese es el punto de encuentro con la figura femenina en Lola Mora, el símbolo del qué dirán, y una Venus nacida y sostenida por Nereidas, desnudas, hermosas, imperfectas, realistas, humanas, fuertes. El sostén en definitiva, es lo que habilita el nacimiento.
NEREIDES
Bailarinas: María Sara Cadirola – Laura Donadini – Anabella Ablanedo
Dirección General y Coreografía: Anabella Ablanedo
Producción: María Sara Cadirola – Anabella Ablanedo- Nadia Rabotnikof
Dirección Interpretativa: Roxana Randón
Coreógrafa invitada: Candelaria Torres
Diseño de vestuario e iluminación: Raúl Marego
Música original: Rodrigo González Mendiondo – Martín Morales
Canción créditos: Chaca Celta – Martín Morales
Técnico de grabación: Sergio Dorado
Músicos:
Rodrigo González (guitarra flamenca y palmas)
Martín Morales (guitarra acústica, guitarra criolla, fretless, bajo, teclados, percusión, palmas)
Pablo Hopenhayn (violín)
Malena Dorado (voz folclórica)
Argentina Cádiz (cante flamenco)
Visuales: Wanda López Trelles
Diseño gráfico: Luciana Roldán
Fotografía: Ale Carmona – Ángel Frágola
Realización de vestuario: Mabel Herrera
Prensa: Luciana Zylberberg
FUNCIONES: DOMINGOS 21 y 28 de Abril, 20 hs.
Hasta Trilce, Maza 177 (Almagro)
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