Reseña realizada por Mirta Mato
La escena nos muestra un Gran panel con montones de escritos, un baúl, un teléfono de línea, un pequeño escritorio sostenido por pilas de libros y una máquina de escribir.
Ni bien comienza la obra, el protagonista se dispone a escribir una carta a sus padres, comunicándoles que finalmente ha concluido su tesis- una gran cantidad de hojas apiladas en el piso- para graduarse como filólogo. Para concretar dicha tarea ha estado encerrado en una casa aislada en la cima de un cerro durante los últimos 24 años.
La escritura de la carta le permite al personaje encarnado por el actor Diego Carreño comenzar a jugar con las palabras. Así, jugando con las palabras, nos va introduciendo en un relato muy interesante, divertido y por momentos, desopilante.
A lo largo de todo el espectáculo, alternativamente, realiza consultas imaginarias con su mentor -el escritor norteamericano William Burroughs- cuyo retrato forma parte del inmenso panel de papeles escritos, así como una foto de sus propios padres.
La confección de la carta es el disparador para introducirnos en un sinfín de palabras, frases, formas gramaticales, modos diversos de utilizar el lenguaje y definiciones ejemplificadas de lo que es una metáfora, una paradoja, un oxímoron, una ironía o una dubitación, entre otros. Todo ello atravesado por el humor; algo que el público siempre agradece y en este caso celebra con creces, riendo a más no poder.
Párrafo aparte merece el trabajo del actor -también autor de la dramaturgia- Diego Carreño, con una importante trayectoria teatral, en la que ha demostrado ampliamente sus cualidades humorísticas. En esta oportunidad no se queda atrás y vemos un actor dúctil, expresivo y generoso que ofrece todo su talento desde el comienzo hasta la finalización de la obra, con el cuerpo y el alma a disposición de lo que la escena requiera. Se para, se sienta, se acuesta, se transforma en otros personajes, sube y baja; así va atravesando distintas emociones y ritmos mientras nos lleva de paseo por la lengua castellana y sus posibilidades.
Diego Carreño despliega su talento muy bien arropado por la escenografía de Analía Cristina Morales, la dirección de Leandro Aíta y todo el equipo que está detrás de escena.
No sé en realidad si el “lenguaje es un virus”, como decía William Burrougs. Tal vez “el virus” de estos tiempos sea, en todo caso, la falta de vocabulario que tienen la mayoría de los medios y el poder para proferir insultos y frases espantosas, cargadas de odio. Quizá necesitemos volver a hablar y pensar con “todas” las palabras que nos ofrece el diccionario, y así comunicarnos con frases que tengan contenido humano y vuelo poético.
Como quiera que sea, “La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus” es un espectáculo imperdible, para reír y pensar. Dos cosas muy saludables. No es casual que esté transitando su cuarta temporada, no se lo pierdan.
Dramaturgia: Diego Carreño
Intérprete: Diego Carreño
Voces en Off: Edda Díaz, Nazareno Casero, Noelia Vittori y Diego Gentile
Diseño de arte: Analía Cristina Morales
Diseño sonoro: Marcelo Ceraolo (Bulsara Records)
Escenografía y vestuario: Analía Cristina Morales
Música original: Pablo Bronzini
Diseño De Iluminación: Víctor Chacón
Fotografía: Noelia Vittori
Fotografía en escena: Alan Roy Bahamonde
Diseño gráfico: María Ana Tapia Sasot
Asistencia de dirección: Noelia Vittori
Prensa: Natalia Bocca
Producción general: Malditas Producciones
Dirección: Leandro Aita
Duración: 60 min.
IG: @lalenguaesunmusculo.teatro