Reseña realizada por Mirta Mato
Siempre es un buen momento para recurrir a los grandes autores que suelen enfrentarnos a los conflictos que nos son comunes a todos los hombres y todas las mujeres a lo largo de la historia, sea en la época que sea. Pero en tiempos complejos para el país y el mundo como en el presente, ese recurso se torna necesario.
En este caso, las directoras Julia Blanco y Jorgelina Herrero Pons han echado mano a uno de esos grandes escritores, Anton Pavlovich Chejov; pero versionado, en este caso, por una prolífica dramaturga argentina, Patricia Suarez.
En “Días y noches tan lejos de Moscú”, Patricia Suárez ha optado por suprimir algunos roles secundarios y rescatar la esencia de los conflictos que Chejov plantea en su obra “La gaviota”. Una pieza en la que se plantea el sentido del arte y la literatura, se ponen de manifiesto cuestionamientos sobre el talento artístico, el amor y el desamor, el contraste entre las posibilidades de la gran ciudad para un artista y la monotonía aparente de la vida en el campo. También el amor no correspondido, ya que cada personaje ama a alguien que, a su vez ama a otro u otra.
En obras como esta es importante lo que se dice, pero también – y tal vez más – aquello que se calla, lo que cada personaje rumia por dentro. Entiendo que por eso la Puesta en escena se ha centrado en el trabajo de los actores/actrices y los vínculos entre los personajes, que van mostrando esos encuentros y desencuentros.
Las directoras han logrado una puesta sumamente austera, con muy pocos elementos escenográficos y en la que los actores y las actrices permanecen todo el tiempo en el escenario, aún en los momentos en que no son parte de la acción. Para ello realizan movimientos casi coreográficos con las sillas, moviéndolas según las necesidades, y permaneciendo sentados de espaldas cuando no participan.
Otra particularidad es que no faltan los momentos en que la trama está atravesada por la ironía y el humor, siempre presentes en Chejov y que Patricia Suarez incluye en esta versión.
Aunque el humor se agradece, no logra impedir que los conflictos atormenten a los personajes a lo largo de toda la obra, llevándolos incluso hasta cierto grado de locura y a un final trágico.
En una de las últimas escenas, Nina – la joven actriz que no ha podido escapar a su destino – regresa de Moscú y le dice a Kostia – joven escritor que duda de su talento como tal y que ama a Nina profundamente –
“… ¡Ahora Kostia, sé y comprendo que, en nuestras profesiones, tanto escribiendo como actuando, lo principal no es la gloria ni el brillo, ¡ni la realización de los sueños! Lo principal es saber sufrir, llevar tu cruz y tener fe. Yo tengo fe y no siento ya tanto sufrimiento. Cuando pienso en mi vocación, no temo a la vida.”
Tal vez así sea, creer y aceptar lo que nos sucede, lo que en verdad somos, y que nuestra vocación nos ayude a enfrentar la vida. Solo eso.
Autoría: Patricia Suárez
Actúan: Joaquin Cejas, Matias Gonzalez Bongiovanni, Sofía Ibarra, María Inés Cabaleiro, Gaby Minardi, Ariel Ragusa, Lucas Soriano
Vestuario: Jorgelina Herrero Pons
Escenografía: Jorgelina Herrero Pons
Diseño De Sonido: Hernán Fernández
Diseño De Iluminación: Eduardo Safigueroa
Prensa: Alfredo Monserrat
Producción: J&j Producciones, Teatro El Crisol
Dirección: Julia Blanco, Jorgelina Herrero Pons